Todo Cambia

Érase una vez que mientras Albert Einstein estaba enseñando en la Universidad de Princeton aplicó un examen a una clase avanzada de estudian...

miércoles, 15 de febrero de 2012

Mis juicios me impiden ver lo bueno que hay mas allas de las apariencias/Dye Wayne

cluye las siguientes palabras: «...hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo». Para el ego, el tener el cielo en la tierra significa ser la persona más rica y famosa de este reino. Para su yo espiritual, «el cielo en la tierra» significa que no existen dichas distinciones.


En la tierra, insiste el ego, usted debe perseguir las apariencias y las adquisiciones. El principal motivo de su vida aquí, según el ego, tiene que ver con las apariencias, y su apariencia está por encima de sus más profundos sentimientos. Su carrera profesional, la calidad y cantidad de sus posesiones, y los oropeles del éxito, son hacia lo que el ego quie¬re que dirija su energía. Esto es muchísimo más importante para el ego que la vida interior.

Pero todos somos conscientes de la vacuidad y futilidad de la forma de ser del ego. Usted está leyendo este libro en parte porque es cons¬ciente de que, con el fin de tener una experiencia de vida más profunda y rica, tiene que saber cómo apartarse del ego y dirigirse hacia el yo in¬terior, que le ofrece la amorosa esencia divina.



IR MÁS ALLÁ DEL MUNDO DE LAS APARIENCIAS

Para entender cómo funciona el ego, usted tiene que darse cuenta de que esta falsa visión de sí mismo cree que la Tierra es la única mora-du. Si usted se reconoce sólo como un terrícola, como quiere el ego, su felicidad y satisfacción tendrán que ser realidades físicas, cosas.

Pero hay un aspecto de usted que sabe que estas cosas no proporcio¬nan la satisfacción espiritual que supone la promesa de la búsqueda es¬piritual. El planeta Tierra no es su única morada. Lo que éste ofrece es satisfactorio sólo en parte para el invisible yo que habita en su cuerpo. Esa faceta interna sabe que esta vida en la Tierra no es el último destino.

Sin embargo, a la mayoría nos ha convencido el tenaz y decidido ego, de que las apariencias son lo que cuenta en la vida, y que las re¬compensas se obtienen por las apariencias. El yo interior sabe que todo esto es muy fugaz porque las recompensas que usted obtiene de la ju¬ventud y la fuerza física, por ejemplo, disminuirán al deteriorarse esas cualidades físicas.


Su yo físico observa eternamente las transformaciones físicas del cuerpo. Este reino del yo superior está gobernado por un yo interior que es consciente de las realidades de la Tierra y de las realidades del cielo. Es inmune a las exigencias del ego para que concentre toda su energía en el plano terrenal.

He aquí cómo lo describe Nisargadatta Maharaj: «El mundo es la morada de los deseos y el miedo. No puedes encontrar paz en él. Para hallar paz debes trascender el mundo». Y eso es en verdad el cielo en la tierra: una experiencia de paz interior sin idolatría de las posesiones y apariencias.

La perspicaz respuesta a la plegaria «...hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo» se halla en el conocimiento de que el cielo no es este mundo. Es el mundo de Dios, el reino donde usted ha des¬truido todo lo que ha acumulado y donde encuentra la paz a la que hace referencia Sri Nisargadatta.

Su yo superior está más allá de este mundo de vida y muerte donde las apariencias son lo más importante. Vea cómo esas apariencias han triunfado sobre el yo espiritual.

• Juzgar a los demás por su apariencia. Un rasgo común de la persona guiada por el ego es el de juzgar a los demás por las medidas externas de sus posesiones, apariencia y conducta.

A menudo, tras el enjuiciamiento, se decide no fomentar la amis¬tad con alguien, basándose en su posición social. De todas formas, es una técnica de la que se sirve el ego para impedir que usted conozca su yo superior.

Todo enjuiciamiento relativo a las apariencias no es más que un modo de verse a uno mismo como mejor por comparación con otra persona. El ego hace que se ratifique su diferenciación de los demás, y le encanta mantenerle en dicho estado. De esa forma consigue evitar que se sienta conectado con el universo.

Cuando uno habla con su yo superior, se aprende que, en parte, se tiene la misma divina esencia que nos conecta a todos con la fuente del
espíritu. Su yo interior confirma que usted no es en nada mejor que otra persona y que no necesita ni juzgar ni compararse con otros. Hay un solo Dios, una fuente con muchas manifestaciones.


Cuando uno tiene conciencia de esto, no se puede ver a los demás en tèrminos de lo que poseen o de lo que parecen, ni siquiera de la forma en que se conducen. Se relaciona con las otras personas en función de la divinidad que fluye a través de ellas, que constituye una manifestación de la energía que da soporte al mundo físico. En la senda de la búsque¬da espiritual, uno experimenta la energía que fluye a través de sí y de los demás.

Entonces se es capaz de entregar amor y bondad, sin reparar en las apariencias, porque se siente la energía espiritual. El yo superior nos lleva a recordar la verdad acerca de alguien, incluso cuando ese alguien lo ha olvidado.

Usted ya no juzgará a los seres, con los que se encuentre, que sigan la senda trazada por el ego. Usted será capaz de limitarse a observarlos con amor mientras su cuerpo se relaciona con ellos, percibiendo la amorosa esencia divina, aun cuando ellos no la sientan. Usted y Dios estaràn unidos cuando se siguen los dictados del yo superior.

Gracias a esa conjunción, usted será serenamente consciente de que esta morada llamada Tierra es transitoria, y que, en ella, sus habitantes y las posesiones de los mismos nunca permanecen iguales. Sufren un constante cambio. El cielo, por el contrario, es inmutable y eterno: en él no hay enjuiciamientos, ni posesiones, ni posiciones sociales.

«Así en la tierra como en el cielo» no debe ser una expresión vacía, sino un conocimiento de que su yo superior le insta a descartar cual¬quier pensamiento de que se encuentra separado de los demás y de Dios. «Así en la tierra como en el cielo» significa comenzar a vivir sin Las falsas ideas que fomenta el ego.

Desde luego que muchas personas se conducirán según los dictados (le su ego. En esos momentos, su tarea es recordar al yo interior que ellos han olvidado. Evite la tendencia a aceptar la invitación del ego a juzgar¬las. También esas personas son criaturas de Dios. También ellas tienen la fuente de la bondad fluyendo por su interior, aunque lo hayan olvidado o permitan que el ego domine sus vidas. Pero la conducta de quienes están dirigidos por su ego no es una razón para que usted haga lo mismo.

listas personas aprenderán de sus propios comportamientos. Pero para hallar la respuesta usted necesita consultar a su espíritu. Ésta es la manera de dominar al ego y conocer la paz que proviene de la negativa
de juzgar a otros. Esto no quiere decir que deba aprobar la mala con¬ducta de otros ni que no deba hacérseles responsables de su comporta¬miento. Lo que usted necesita es hablar con su yo superior, y negarse a juzgar o a creerse mejor como resultado de comparaciones.


• Juzgarse a uno mismo basándose en la apariencia. Si ha permitido que su ego le convenza de juzgar a otras personas por su apariencia, es probable que se inflija el mismo castigo a usted mismo. Cuando uno examina su vida con evaluaciones basadas en las apariencias externas y se concluye que no se ha estado a la altura de nuestro potencial, uno puede estar seguro de que el ego se alegra con ello.

Cuando usted necesita más de cualquier cosa para sentirse bien consigo mismo, usted se halla en una carrera sin fin, y no puede alcan¬zar el goce espiritual. El camino para salir de esta trampa que hace que nos rechacemos a nosotros mismos es reconocer que el reino terrenal no es la única morada. Edgar Alian Poe nos recuerda: «Todo lo que vemos o parecemos, no es sino un sueño dentro de un sueño». Cuando uno sabe que la vida es un sueño dentro de otro sueño mayor, se pueden abandonar las apariencias como escala de valor.

Comience por entender que el sistema de creencias del ego es simi¬lar a sus sueños nocturnos, en los que usted cree que el sueño es real mientras duerme pero que al despertar ve que era una ilusión. Toda la vida es una proyección de la mente: un sueño dentro de un sueño. Sa¬biendo esto, usted puede hablar con su yo superior y olvidarse de acce¬der a las exigencias del ego.

El cielo en la tierra comienza a darse cuando uno abandona la falsa idea de que tiene que demostrarle a alguien que ha adquirido las cre¬denciales necesarias para que le consideren una persona de éxito. Aún recuerdo cuando, hace años, llegué a darme cuenta de esto.

Fue en una consulta con un hombre al que llamaré Richard, que había conseguido todo eso que la mayoría de los que vivimos en el mundo occidental consideraríamos necesario para que nos tuvieran por unos triunfadores. Era multimillonario, tenía varias mansiones y había viajado por todo el mundo. Pero tan sólo había llevado una existencia centrada en lo externo. No conocía ninguna otra forma de vivir, estaba atrapado por ese modo de vida.

Durante los meses en que trabajé con Richard, quedó claro que las apariencias no crean paz y que la paz es lo que ofrece el yo superior. Richard necesitaba constantemente compararse con los demás para
quedar por encima de ellos. Su ego estaba trabajando horas extras para ratificar su superioridad.


Asì que se encontraba atrapado en una vida de lucha con el objeto de demostrar su valor y dedicándose a tener aventuras con mujeres más jó¬venes, a comprar las ropas y los perfumes más caros, y obsesionándose por la pérdida del cabello... No se llevaba bien con sus hijos, ya mayo¬res, a todas horas estaba preocupado por que su esposa descubriera sus devaneos y se. divorciara de él, lo que le dejaría sin un duro y con la sensa-ciòn de no valer nada. Richard había escuchado a su ego durante toda la vida, y aunque había edificado una fachada de éxito, se sentía desdichado.

Vivía con el terror de que si perdía su apariencia de triunfador quedarìa como un ser poco digno de aprecio. Anhelaba una vida más satisfactoria, pero no tenía ni idea de que su falso yo le hacía renunciar a su búsqueda espiritual. Poco a poco, comenzó a descubrir el viaje interior y empezó a prestarle menos atención a los dictados de su ego.

A medida que trabajábamos en las sesiones, descubrí las ilusiones a las que el ego nos estaba sometiendo tanto a Richard como a mí mis¬mo. También yo estaba siendo dirigido por mi ego, porque me habían enseñado que el éxito se medía por las realidades externas. Observé a Richard y supe con facilidad que yo podía acabar con los mismos mie¬dos y valores superficiales. Tuve la sensación de que me había sido en¬viudo para que yo comprendiera aquello. Incluso hoy, veinticinco años después de aquello, pienso en Richard cuando tengo la inclinación de poner las apariencias por encima de lo realmente importante.

Richard murió hace unos pocos años. Él, al igual que sus posesiones, han cambiado en algún sentido. Su espíritu está vivo y se encuentra en un lugar donde no existen escalafones, ni posesiones, ni distancia res-pedo de la energía madre. El cielo en la tierra significa adquirir esa conciencia y dejar que el ego se jubile.

En uno de sus momentos de mayor iluminación, Robert Frost acu¬nó estas palabras:

Perdona mis actos sin sentido

como yo perdono los actos sin sentido de aquellos

que piensan que obran con sentido.

Hacer hincapié en medir la vida de uno basándose en las adquisi-ciones o éxitos externos no es más que un sin sentido. Este hincapié en La experiencia se presenta en la vida bajo muchos aspectos.

CÓMO AFECTAN A SU VIDA LAS APARIENCIAS


Centrarse en las apariencias es una de las maneras más comunes que tiene el ego de dominar su existencia cotidiana. Con el fin de superar estas inclinaciones que se apartan de la esencia, usted tiene que identi¬ficar esas tendencias a medida que se presentan. He aquí unos cuantos de los ejemplos más frecuentes de este tipo de pensamiento y compor¬tamiento.

• Estar más preocupado por su apariencia que por su propósito. (Obsesión

con las joyas, los cosméticos y la ropa; dedicar grandes cantidades de

tiempo y dinero a vestirse.)

• Perseguir notas, recompensas y símbolos externos de éxito en lugar del jú-¬

bilo del mero participar y aprender. (Ver sus trofeos, condecoraciones o sig-¬

nos de mérito como criterio de su valor; creer que las notas de sus hijos

son lo más importante que recibirán en el colegio; alentar a su hijo a

complacer a los profesores a costa de la paz interior del niño.)

• Un tipo de conversación que revela cuánto control tiene el ego sobre su

existencia. (Dedicar una gran cantidad de tiempo a hablar de sus éxitos

y victorias sobre otros o sobre el entorno; hacer comentarios sobre otras

personas y sus limitaciones y señalar de modo constante su superiori-¬

dad: por ejemplo, decir: «Yo nunca haría nada semejante y no puedo

entender cómo alguien puede hacerlo»; emplear sus acciones como pa-¬

trón de los demás.)

• Estar preocupado por el coste de las cosas. (Emplear el precio como

indicador de valor; preguntar siempre cuánto cuesta algo o cuánto le

pagaron a alguien; usar el dinero no sólo como un indicativo del éxito

y de la posición, sino como criterio medular de pensamiento en la

vida.)

• Creer que uno sólo es un cuerpo. (Estar insatisfecho con su apariencia

y andar a la caza de cumplidos para, indirectamente, contrarrestar su

sensación de ser poco digno de aprecio; valorarse a sí mismo y su felici-¬

dad sobre la base de los cambios físicos como el descolgamiento, las

arrugas, las canas o la menor vitalidad: todo lo descrito son señales de

que su ego le ha convencido de que usted es exclusivamente un cuerpo

y de que está deteriorándose con rapidez.)


• Permitir que la industria publicitaria le controle. (La publicidad, en


todas sus formas, responde, por lo general, al intento de convencerle de

que usted està incompleto y necesita comprar algo para realizarse. En

En consecuencia, se ve bombardeado en casi todos los momentos en los

que se expone a la publicidad de los medios de comunicación, la cual

le insta a que consuma para realizarse como persona. Leer, escuchar y

mirar de forma permanente estos mensajes es una prueba del control

de su ego.)

• Señalar las limitaciones de los otros. (Dedicar tiempo a describir lo

que considera imperfecciones, como una nariz grande, una voz desa-

gradable, una personalidad engreída o un proceso de mal envejeci-

miento.

El hábito de reparar en lo descrito es una estrategia de su ego para convencerle de que usted es mejor que las personas a las que está criticando. Por supuesto, esto continúa impidiéndole ver la amorosa esencia divina que reside, invisible en esos «abrigos raídos sobre un palo», como llama Yeats a las personas independientes de su alma.

• Luchar para obtener reconocimiento. (Angustiarse por no recibir lo

que piensa que «merece en justicia» dentro del mercado laboral; sen-

trise herido y deprimido cuando sus esfuerzos no son recompensados

con una posición, un título o un contrato mejores.) A menudo, esas re-

compensas no sirven para otro propósito que el de aportar una base

pura que su ego proclame su mundana superioridad.

Los relatos cotidianos que informan de los salarios astronómicos de la gente del espectáculo y los atletas son una prueba muy visible de esta actividad del ego. Resulta irrelevante que las cantidades sobrepasen la capacidad de esas personas para gastar incluso después de que un enor¬me porcentaje se lo lleven los impuestos. Estamos ante unas exigencias dictadas por el ego, que lleva a esas personas a la falsa creencia de que se les está insultando si alguien de su profesión recibe un sueldo su¬perior.

Muchas de estas personas se apartarán de su profesión, al permitir que su ego los convenza de lo correcto de sus actos. Puede que se sien-tan insatisfechas, infelices y desdichadas, pero se ha vuelto más impor-tante apaciguar el ego que su vocación, así como recibir una compensa-lo que está muy por encima de lo suficiente, con independencia de lo que cualquier otro esté ganando. Esta agitación interna por no reci
• Permitir que la industria publicitaria le controle. (La publicidad, en


todas sus formas, responde, por lo general, al intento de convencerle de

que usted està incompleto y necesita comprar algo para realizarse. En

En consecuencia, se ve bombardeado en casi todos los momentos en los

que se expone a la publicidad de los medios de comunicación, la cual

le insta a que consuma para realizarse como persona. Leer, escuchar y

mirar de forma permanente estos mensajes es una prueba del control

de su ego.)

• Señalar las limitaciones de los otros. (Dedicar tiempo a describir lo

que considera imperfecciones, como una nariz grande, una voz desa-

gradable, una personalidad engreída o un proceso de mal envejeci-

miento.

El hábito de reparar en lo descrito es una estrategia de su ego para convencerle de que usted es mejor que las personas a las que está criticando. Por supuesto, esto continúa impidiéndole ver la amorosa esencia divina que reside, invisible en esos «abrigos raídos sobre un palo», como llama Yeats a las personas independientes de su alma.

• Luchar para obtener reconocimiento. (Angustiarse por no recibir lo

que piensa que «merece en justicia» dentro del mercado laboral; sen-

trise herido y deprimido cuando sus esfuerzos no son recompensados

con una posición, un título o un contrato mejores.) A menudo, esas re-

compensas no sirven para otro propósito que el de aportar una base

pura que su ego proclame su mundana superioridad.

Los relatos cotidianos que informan de los salarios astronómicos de la gente del espectáculo y los atletas son una prueba muy visible de esta actividad del ego. Resulta irrelevante que las cantidades sobrepasen la capacidad de esas personas para gastar incluso después de que un enor¬me porcentaje se lo lleven los impuestos. Estamos ante unas exigencias dictadas por el ego, que lleva a esas personas a la falsa creencia de que se les está insultando si alguien de su profesión recibe un sueldo su¬perior.

Muchas de estas personas se apartarán de su profesión, al permitir que su ego los convenza de lo correcto de sus actos. Puede que se sien-tan insatisfechas, infelices y desdichadas, pero se ha vuelto más impor-tante apaciguar el ego que su vocación, así como recibir una compensa-lo que está muy por encima de lo suficiente, con independencia de lo que cualquier otro esté ganando. Esta agitación interna por no reci
bir reconocimiento o compensación complace al ego, porque cualquier inclinación a dirigir la atención hacia el yo superior se distrae cuando uno se enfrenta a la agitación.


• Trastornos alimentarios. La mayoría de los trastornos alimentarios

son, en un principio, esfuerzos por estar a la altura de unos modelos

que alguien cree que aportan felicidad. El ego ha convencido a las per¬-

sonas que tienen problemas alimentarios de que su verdadera esencia

está emplazada en el valor de su apariencia.

Esta gente se preocupa tanto por la apariencia como para excluir la mayoría de los otros aspectos de la vida, y al final destruye sus cuerpos intentando hacerlos perfectos a ojos de los demás.

del libro de tus zonas sagrada (Wayne Dyer)

ALGUNAS IDEAS PARA TRAER A SU VIDA EL AMOR


• Haga una copia de este pasaje de Hojas de hierba de Walt Whitman. Pèguela al espejo y léalo cada mañana. Le ayudará a abrirse al amor que busca y a exorcizar los miedos.
Existo como soy, con eso basta.
Si nadie más en el mundo lo sabe, permanezco sentado, contento,y si cada uno y todos lo saben, permanezco sentado, contento.
Un mundo lo sabe, y para mí es con mucho el más grande,


y ése soy yo mismo, Y si recibo el reconocimiento boy o en diez mil

o diez millones de años,

puedo recibirlo ahora con alegría, o con igual alegría, puedo esperar.

• Recuerde que Dios le creó con un amor que es inmutable y eterno. Su

cuerpo está cambiando, al igual que su mente, así que usted no es ni

su cuerpo ni su mente. Usted fue creado como espíritu de puro amor.

No se aparte de ello.

Al reconocer y afirmar esto cada día, perderá su miedo a ser indig¬no e incompleto. El mero hecho de recordar de modo constante la afir¬mación de que es una creación de Dios, ahuyentará los miedos.

• Perdónese y déle la bienvenida al amor. Cuando usted llega a hacer

esto, se produce una especie de equilibrio. En lugar de sintonizar con

la culpabilidad, uno se entrega al júbilo y la ayuda. Usted comenzará a

llevar a cabo la tarea por la que originalmente llegó aquí.

• Fíjese en los actos de bondad de otras personas y no en sus malas accio-¬

nes. Así es como le ve el ser superior. Todos somos almas buenas, aman¬

tes, que en ocasiones se pierden. Cuando usted llega a centrarse en lo

bueno de otra persona y retenerlo en la mente, está actuando según su

yo superior. Esto puede ayudarle a disipar el miedo y el enojo.

• Recuerde lo mucho que tiene para entregar, y lo precioso y valioso que es

lo que entrega. Por su interior corre la misma energía que permite mo-¬

verse a los planetas, el movimiento de rotación de la Tierra, germinar a

las semillas, y a las flores abrirse. No hay un Dios distinto. Existe una

sola inteligencia universal que fluye a través de todos nosotros.

Es la energía del amor. Recuerde eso cada vez que dude de que es una criatura divina. Afírmese que es divino, que ama y es amado y que no se dejará presionar por su ego. Recuerde que a través de usted fluye la misma energía que fluyó a través de Jesucristo y Buda. Esto debería servirle cada vez que sienta que su ego furtivamente trata de implantar en su mente miedos y dudas.
• Demuéstreles a los demás que los ataques verbales son insignificantes.


No les entregue a otros su energía discutiendo con ellos. Limítese a pa-

sar de largo cuando otros intentan que se sienta culpable.

Tenga la seguridad de que ha regresado de las tinieblas a la luz y que està permitiendo que su yo más luminoso le muestre el camino. Admita que antes le gobernó el ego, pero que ya no es así. Si otras per¬sonas continúan insistiendo en que debería sentirse culpable, nièguese a hacerlo.

• Acepte que usted es digno de aprecio tal como es. Cuando su ego co¬

mience a intentar que usted sienta miedo, diga con lentitud: «¡Yo soy

digno de aprecio!». No necesita ser nada que no es. No necesita de¬

mostrar lo que vale. No necesita consentir que su ego le imbuya de

miedos para mantener alejado a su verdadero yo.

• Reconozca ante usted mismo cómo se ha dejado guiar por su falso yo, y el

hecho de que ahora ha elegido una guía diferente. Con el yo superior como

su nuevo guía, puede Alcanzar su meta y relajarse. Ya no tiene que de¬

mostrar quién es, sino que puede comenzar a recorrer la senda del

amor.

Esta atmósfera interior borrará los pensamientos enjuiciadores que antes fueron sembrados y alimentados por el ego. En lugar de sentirse asustado u ofendido, como sugiere el ego, penétrese de amor y de com¬prensión. De ese modo, no le será dable pensar que es mejor, más inte-ligente o tiene más suerte que otros.

• Acepte el riesgo de la intimidad siempre que le sea posible. Cuéntele

cómo se siente a alguien por quien sienta afecto, aunque esté presente

el miedo. ¡Hágalo! Al emprender esta acción contra su miedo a la inti-¬

midad, invita a su yo superior, a su amorosa esencia divina, a reempla¬

zar las tácticas del ego.

Acèquese y arrièsguese a decir cuánto ama y aprecia a alguien. Dí¬gale a esa persona que está dispuesto a ser vulnerable para conocerla mejor. Esta forma sincera de expresarse puede vencer el miedo a la inti¬midad. Recurra a cualquier medio para expresar amor, e intente hacer caso omiso del vehículo de expresión. Lo que cuenta es la sustancia de lo que usted es y siente, no el vehículo que emplee.

• Si esos miedos comienzan a regresar, deténgase y formúlese la pregunta
que antes planteé: «Así pues, ¿qué debe no gustarme?».

No puede tener un pasado mejor, así que abandone la idea ahora mismo. Hizo lo que sabía hacer. Esos errores de su pasado estuvieron dirigidos por el ego, que quería tenerle en su poder. Escuchó a su falso yo y retrocedió con miedo ante la idea de que alguien conociera su ver¬dadero yo.


Se apartó del amor, pero ahora ha regresado y ha escogido el amor. En lo profundo de usted sabe que fue concebido para el amor y la feli¬cidad. Sencillamente permitió que su falso yo le alejara del divino amor que es su esencia.

Puede elegir el regreso a la brillante luz del amor que siempre se encuentra con usted. Usted es ese límpido amor. Acuda allí con fre¬cuencia y todos sus temores serán reemplazados por ese amor que siem¬pre le acompaña.

Deje que sus pensamientos se asienten en el amor, y que sus accio¬nes se originen en este amor. Esa es la realización de su yo superior. Es el cumplimiento de su búsqueda espiritual. En verdad puede tomar la decisión de librarse del miedo y la duda.

¡No existe libertad más grande!

La Paz.

ALGUNAS IDEAS PARA LLEVAR LA PAZ A SU VIDA DE MODO PERMANENTE


• Recuerde, tiene que ofrecer paz para tenerla. Tiene que ofrecer paz para conocerla. Intente ofrecer paz en tantos ámbitos como le resulte posible.

Pensar en uno mismo como una persona de paz es el primer paso, pero sólo el primero. El pensamiento debe traducirse en acción. Esfuér¬cese para refrenar su tendencia a provocar enfrentamientos y trastornos en las vidas de otros.

Detenerse y preguntarse si quien está a punto de actuar es su ego, que adora la agitación, o su yo espiritual, que adora la paz, le ayudará a enviar al exterior la respuesta adecuada aun en las situaciones en las que se sienta impaciente o incomprendido
En esas situaciones, será capaz de decirle sencillamente, por ejemplo, a un dependiente agresivo: «Hoy tiene usted un día malo, ¿verdad?», en lugar de «he estado esperando durante quince minutos y la verdad es que me siento muy mal tratado». Ofrezca paz al exterior por el sistema de contenerse y consultar luego a su amorosa esencia divina.


• Recuerde que su pasado le ha enseñado los mensajes incorrectos si éstos no

le aportan paz y felicidad. No tenga miedo de abandonar esas creencias si

no le proporcionan una sensación de paz.

Por ejemplo, si le han enseñado a ganar las discusiones y debates a toda costa pero ese comportamiento no le ha procurado una verdadera sensación de paz, pruebe a abandonar esa postura y alentar a los demás a experimentar júbilo. Mire si su júbilo le proporciona una sensación más plena de paz que salir triunfante de la discusión.

• Expulse las emociones de miedo y culpabilidad y reemplácelas por amor,

perdón y bondad. Gozará de paz cuando abandone esas respuestas emo-¬

cionales. Si se siente culpable por su conducta anterior, recuerde que

de ese modo está invitando a la agitación a su interior.

Deshágase de la culpabilidad perdonándose a sí mismo y haciéndo¬se la promesa de evitar ese tipo de conducta en el futuro. No necesita sentirse culpable, a menos que quiera que su ego continúe dominando

su vida.

Por ejemplo, haga una lista de todo lo que le impide amarse a sí mismo. La lista podría incluir tener sobrepeso, ser celoso, nervioso, adicto a algo, incompetente o desorganizado. Luego, con independen¬cia del esfuerzo que requiera, afirme que se ama a pesar de estar gordo, ser adicto, etc.

Esto le ayudará a sentirse en paz con la decisión que ha tomado, y a darse cuenta de que no es ese cuerpo ni esos deseos. Usted es el ser invi¬sible que decide. A medida que se sienta más en paz con el que decide, el espíritu del amor comenzará a reemplazar las elecciones perjudiciales para alcanzar la paz.

Examine todo lo que le ofende y mire si puede conseguir que su ego haga mutis por el foro. Si el hambre y la inanición del mundo le sacan de sus casillas, intente cambiar a una nueva conciencia.

De algún modo que yo no comprendo, estas cosas ocurren según un orden divino, y también mi deseo de cambiarlo existe según un orden divino. Despójese de lo negativo y varíe su rumbo.

Cuando uno se siente molesto o indignado, en realidad está pen¬sando: «Esto es horrible, no debería estar sucediendo. ¿Cómo puede Dios permitirlo?». Líbrese de su ego, y luego actúe según eso que de¬fiende. No hay necesidad de cobijar sentimientos de violencia.


De modo similar, si el comportamiento de alguien le resulta ofensi¬vo, es porque está interpretando esa conducta desde su egocentrismo, el cual sostiene que esa persona no debería actuar como lo hace. Es usted quien escoge sentirse ofendido, herido o enfadado por su comporta¬miento.

Pero esa persona está actuando según es. El que se sienta ofendido es obra de su ego, que quiere mantenerle en la ansiedad. Si no se lo toma como algo personal, y si juzga el comportamiento por lo que es, podrá erradicar los males del mundo sin que el ego le ponga impedi¬mentos por el sistema de encresparle.

• Tenga presente que los agravios acarrean agitación, mientras que la comunicación trae paz. Si quiere paz en su vida, olvídese de los agravios. La manera de desestimar estos agravios es abandonar el egocentrismo y practicar el perdón, no la venganza. Al abandonar el egocentrismo, le sobrevendrá una sensación de paz. Si está enfadado con alguien, por muy difícil que pueda resultarle, esfuércese por comunicarle sus sentimien¬tos al respecto.

Su resistencia a comunicarse es una consecuencia de la estrategia de su ego. Si permite que se encone, mantendrá viva la agitación y nunca le embriagará el éxtasis que la paz aporta. Cuando se resista a comuni¬carse con alguien, recuerde que ello es obra de su ego, y que usted está decidido a tener paz. Unos minutos de conversación e incluso de per¬dón, alejarán la agitación y debilitarán la influencia de su ego.

Su indignación o angustia por ser tratado de manera injusta es preci¬samente lo que su ego pretende, puesto que eso le mantendrá apartado de la búsqueda espiritual y en las garras de su ego.

• Tenga esta pequeña frase a mano: «El enjuiciamiento y la paz son anti¬téticos». El libro A Course in Miracles nos dice: «La tensión del enjuicia¬miento constante resulta prácticamente intolerable. Es curioso que una práctica tan dañina sea tan seguida».

Usted tiene que realizar un esfuerzo para mirar a los demás sin con¬denarlos. Cada enjuiciamiento le aparta de su meta de paz. A su ego le


encanta que usted juzgue, dado que con esos juicios usted permanece en un continuo estado de angustia y remordimiento. Tenga presente que nadie queda definido por sus juicios, sino que se define a sí mismo como alguien que necesita juzgar.


El juzgar a los demás de modo condenatorio le niega la posibilidad de que experimente amor. Si puede permanecer neutral, en lugar de condenar, llegará al júbilo sobre el que estoy escribiendo. No tiene que fingir que le encanta algo que aborrece. Limítese a permanecer neutral y dejar que sus juicios se desvanezcan.

La paz no se halla en tener razón o sentirse herido o enojado. Por supuesto, esfuércese para corregir aquello que percibe como negativo, pero hágalo sabiendo que cualquier sentimiento de enojo le impide co¬nocer a Dios.

La paz llegará cuando usted sea un reformador, no un juez.

• Hágase el regalo de un retiro en silencio cada día. Aunque sólo sea

unos momentos. Regrese a esa clave de acceso a la conciencia superior,

acalle el diálogo interno y conozca la diferencia entre el parloteo y el

júbilo del espacio unificado. Cuando comience a disfrutar regularmen-¬

te de momentos de silencio, los codiciará e insistirá en que sean una

parte de su vida, con independencia de lo atareado que esté. Ésta es la

forma más segura de librarse de la férula del ego y alcanzar la visión

interna de paz que es su legítimo derecho.

• ha mejor de las técnicas para traer paz a su vida es recordar que siem-¬

pre debe escoger la amabilidad ante la alternativa de tener razón o ser amable.

Éste es el método más eficaz que conozco para tener una sensación de

paz. Y recuerde, siempre tiene esa alternativa.

• Tenga como algo predominante en su mente el hecho de que existe un lu-

gar dentro de usted donde hay una paz perfecta y donde nada resulta imposible.

Si ora de forma regular, llegará a ese punto. La paz será suya con que

sólo la pida.



En el libro Yoga Vasistha, se nos recuerda la necesidad de paz:

Esta vida mundana no conduce a la verdadera felicidad,

así que busca el estado de ecuanimidad

en el que experimentarás paz, júbilo y verdad.

Si permaneces en la incertidumbre,

no habrá paz, no habrá felicidad.

Esta idea de la incertidumbre le resultará útil. La incertidumbre se traduce en agitación; la ecuanimidad, en paz. Dicho estado de ecuani¬midad es inalcanzable mediante el ego. Debe poner su yo espiritual al timón de su nave.

Si continúa al timón el ego, permanecerá en la incertidumbre eterna¬mente. Su yo espiritual —y sólo él—, alienta la paz. Él quiere, desespe¬radamente, que conozca el júbilo de ese estado interno de ecuanimidad.



Su yo superior siempre alienta la paz. Si tiene la duda de si es su ego o su yo espiritual el que le impulsa a algo, la respuesta se torna evidente cuando uno se pregunta: «¿Esto me traerá paz o agitación?».